Ayer leía con estupor una noticia en El País con un título tan llamativo como este: " La CEOE achaca el auge del paro a que los salarios en España son muchos más altos que en Europa ". Estupefacto me quedé cuando el mismo día en otro artículo se podía leer los resultados realizados por ADECO e IESE en el que España se encuentra, a nivel salarial, un 20% por debajo de la media y un 50% inferior a países como Alemania, R.Unido y Holanda.
Claro está que si buscamos comparativas entre sueldos de directivos españoles y directivos europeos, las diferencias no son tan abultadas, de hecho los sueldos de directivos españoles superan incluso a los de Reino Unido y Francia, vamos que inconscientemente el señor de la CEOE estaba pensando en lo que recibía en nómina todos los meses en lugar de lo que recibían en nómina sus empleados.
De todas formas, estos comentarios no dejan de ser un reflejo del enfrentamiento existente entre la clase empresarial y la clase obrera. Es éste, y no las diferencias salariales, parte del problema que pide a gritos una reflexión profunda del mismo.
¿ Cómo es posible que tengamos unos horarios laborales tan poco conciliadores con la vida familiar, que tengamos los cuartos sueldos más bajos de Europa y sin embargo seamos competitivamente nulos? Pues sencillo, en la empresa españolas existen grandes dosis de verticalidad, de alejamiento empresario-empleado, de enfrentamiento encubierto... Los empresarios ven al empleado como al enemigo a batir, mientras que el empleado ve al empresario como ese ser cuyo único objetivo es explotarlos a ellos. Es decir, el ambiente ideal para que la empresa sea de todo menos productiva.
¿No sería más razonable que empresarios y trabajadores vieran la empresa con un objetivo común: hacerla rentable y productiva, remando todos en la misma dirección?. Pero claro para ello:
- Los empresarios deberían:
- Confiar más en sus empleados y escucharlos, todos aportan en la decisión de la empresa.
- Mimarlos (son la maquinaria de la empresa)
- Definir horarios más razonables, lo que implica una mejor gestión del trabajo
- Hacer una gestión sostenible
- Ser menos conservadores y más innovadores
- Más inversión en formación de sus empleados
- Los empleados deberían:
- Estar más motivados con su empresa, comprendiendo sus buenas y sus malas rachas
- Impulsar la innovación aportando ideas
- Ser más productivos, consiguiendo los objetivos marcados dentro del horario laboral estipulado.
Si nos detenemos en los horarios de trabajo, vemos como una dilatada jornada laboral, como la española, con descansos a media mañana, largas comidas a mediodía y extensas tardes, reducen enormemente la productividad ya que se discontinua en exceso los tiempos de trabajo. Esto nos lleva a que el empleado tiene su etapa de productivad máxima de 9.30 a 13h, siendo tan sólo dos horas la productividad por la tarde ( de 16 a 18 ), ya que a partir de esta hora la relajación en el puesto de trabajo empieza a ser alta. Es decir, unas 5 horas productivas por jornada de 10h que estamos "pringados" en el trabajo. Sin embargo, una jornada de este tipo lleva parejo un importante cansancio psicológico, ya que limita las horas de esparcimiento del individuo, el tiempo que dedica a su familia, horas de deporte...etc que a la larga afectan igualmente al rendimiento.
Otro hecho al que nos enfrentamos, sobre todo, en empresas tecnológicas con posibilidad de llevarlo a cabo, es la flexibilidad en horarios y el teletrabajo. La rigidez del empresariado español impide que el trabajador pueda aprovechar las ventajas de la tecnología, quien podría hacer posible una gestión personal del tiempo más eficiente que la que pueda imponer la empresa.
Resumiendo, seríamos más productivos con una jornada laboral de 9h a 17h, con tan sólo 30 min para comer y con mayor flexibilidad de horarios, compaginando el trabajo en casa con el de la oficina cuando fuera necesario.
La falsa creencia del empresariado español de que a más horas en la oficina más rendimiento es equivocada y no sólo no aumenta la productividad sino que la reduce. Esto explicaría que en Europa con horarios más razonables, la productividad es mucho mayor.
Por tanto, la solución del problema pasa por una inevitable conciliación no familiar (que también), sino empresarial-empleado.
Quizás España necesite más empresarios y menos directivos. Más ideas y sangre fresca. Quizás no sea mala idea incentivar, con una reducción importante de impuestos, a aquellos directivos y profesionales cualificados que vengan de otro país a trabajar a España. Países como Holanda lo hacen con un brillante resultado.
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